viernes, 5 de octubre de 2012

Tras la sombra de Grey.



Resulta alucinante, ¿verdad? Editores, libreros, autores, pedagogos,  educadores, haciéndonos cruces porque hoy no se lee y una vez más nos sorprenden los americanos con un producto que arrasa como el que más.

Cuarenta millones de libros vendidos en todo el mundo, que se dice rápido, algunos cientos de miles más, seguramente, mientras escribo estas líneas, toda la industria del cine pegándose por producir, dirigir o protagonizar la adaptación y una autora novel que pasa de escribir relatos calenturientos en foros de Internet a encender, literalmente, a mujeres de más de treinta países.

¿Pero qué hay detrás de la saga de Cincuenta sombras de Grey, definida por ahí como "porno para mamás"? Pues muy sencillo, y para explicarlo me voy a retrotraer a lo mío porque, lo creas o no, ahí empieza está historia.

En 1897 Bram Stoker publica Drácula, por supuesto toda la literatura gótica anterior ya había explorado mil y un caminos en el embrujo del sexo y el dominio del hombre sobre la mujer -en aquella época tocaba-, pero Stoker va más allá, crea la figura del Mal, del peligro, como ser fascinante y sexualmente poderoso, ante el que la mujer no puede más que sentir una atracción inevitable. El conde vampiro como fantasía sexual oscura, rodeado de su corte de vampiresas sumisas y de doncellas ansiosas de ser sometidas por él.

Dirás, ¿qué tiene que ver Grey con Drácula? Espera, sigo. Muchos años después el vampiro ha dado unas cuantas vueltas, pero su encanto como símbolo sexual permanece, especialmente amplificado por el cine. Una escritora desconocida, mormona y ultraconservadora, pega el pelotazo con otra saga, Crepúsculo, en la que el vampiro vuelve a ser objeto de deseo, en este caso, de una jovencita con las hormonas en ebullición. Pero hete aquí que en aras de los valores religiosos de la autora, los protagonistas no pueden tener relaciones sexuales hasta el matrimonio, lo que enerva y deja a medias a un buen número de sus lectoras, deseosas de más hincar el diente, nunca mejor dicho.

Pero estamos en la era digital, aquí apropiarse de los personajes de otros y darles la vuelta en relatos autopublicados en Internet está más que consentido, se llaman fanfictions, y la red se llena con revisiones de Crepúsculo a manos de admiradoras con las pasiones alteradas. Una de ellas se hace llamar Snowqueen's Icedragon y publica un relato titulado 'Master of the Universe' en el que Edward y Bella consumaban, y de qué manera, lo que no podían hacer en la versión oficial.

Tan explícito resultaba y tanto buen gusto tenía, que su autora fue obligada a retirarlo de un buen número de páginas web. Sin embargo, ya con el tinglado montado, la muchacha realizó algunos cambios en personajes y en la trama, se inventó un nuevo pseudónimo -E. L. James, bastante más digno- y cocinó el best seller de hoy día, un paso más en el Corín Tellado de toda la vida, el hervor que les faltaba a las novelas de Arlequín. Un Drácula moderno en el que otro aristócrata, no vampiro pero con cámara subterránea y todo, somete a través de diferentes prácticas sexuales pasadas de rosca a la inocente y sumisa fémina ensimismada de turno.

Lo sorprendente en este caso no es el triunfo de una trama tan trasnochada, conservadora y anacrónica, sino la falta de voces femeninas que se alcen para recordar que hoy, en esto de siglo XXI, se va a someter al millonario guaperillas, si quiere, su prima. En fin.