Dentro
de poco hará un año que me asomo cada mes a esta ventana y me
gustaría despedir el 2012 uniendo en El Barril de Amontillado mis
facetas de escritor y de profesor.
En
uno de mis primeros artículos comentaba la necesidad de orientar a
los jóvenes en la lectura ya que, si bien leen muchísimo más de lo
que nos parece, no siempre eligen lo que pudiera resultar más
estimulante o formativo para ellos. No estoy hablando de imponer
lecturas, todos sabemos lo contraproducente que puede resultar eso,
sino de recomendar y sugerir dentro de ciertos parámetros.
Por
ejemplo, hemos detectado
en el colegio, y es algo muy común, que cuando los niños y jóvenes
leen no acostumbran a retener lo que han leído. Hagan la prueba,
denle a su hijo o hija un texto breve, una noticia, un artículo, y
díganle que se lo resuma con sus propias palabras. Quizá se
sorprendan pero apuesto a que sus profesores no. De este modo, es muy
difícil en el cole trabajar materias como lengua, conocimiento del
medio o hacer problemas de matemáticas porque cuando los chicos leen
les suena a idioma klingon.
Lectura
inmediata, se llama eso. Leen lo que precisan en ese instante pero de
retener o asimilar, poco. Y no pongan esa cara, que a muchos de
nosotros, ya mayores, nos pasa lo mismo.
Por
lo charlado con compañeros, editores y otros autores de literatura
juvenil, me atrevo a deducir que parte de la culpa de este poco
interés por la lectura, digamos, seria, tiene que ver con la falta
de atractivos que les ofrecemos. Y es que gran parte del camino para
estimular su comprensión lectora y su afición al cuento y la novela
depende de cómo les guiemos nosotros.
Me
gustaría animarles a aprovechar las próximas fiestas, con su
temporada de regalos, para introducir a los chavales, de cualquier
edad y, por qué no, a los adultos también, en este mundo de sueños.
Llévenlos a una librería, llévenlos a una biblioteca, y déjenles
pasar minutos, horas si hace falta, husmeando, hojeando, oliendo y
eligiendo la aventura que quieran conocer.
No
es preciso gastar media paga en el bestseller de turno ni seguir la
moda que imponga el cine, esas cosas suelen acabar sin más decorando
estanterías. Prueben cosas diferentes, busquen opiniones en la red,
atrévanse con autores nuevos. En España -y en Canarias- tenemos una
cantera excepcional de escritores en cualquier género, muy
especialmente en infantil y juvenil. Descúbranlos y dejen que los
chicos buceen en ellos hasta dar con uno que les atrape.
Por
supuesto, cabe el riesgo de que el chico o la chica acabe eligiendo
el que más dibujos tenga, el de menos letra, el que huela a frutas y
sabores o el que tenga en la portada más colorines. Ahí debemos
ayudar porque una lectura simple no los hará mejores lectores.
Tampoco impongamos nuestro criterio, no tiene por qué gustarle un
clásico o el que yo, como madre o padre, disfruté en mi momento.
Encuentren entre todos el punto medio, la literatura justa y adecuada
a edades e inquietudes, la que al abrir las páginas le haga abrazar
la historia y no sólo no soltarla, sino al terminarla querer más.
Créanme,
hace falta.