lunes, 7 de enero de 2013

Que se acabe este mundo, sí, y que empiece otro mejor.



Si están leyendo estas palabras quiere decir que los agoreros que tomaron la página final de un calendario milenario y lo convirtieron en la profecía apocalíptica por excelencia se equivocaban. La verdad es que me alegro, he escuchado tonterías finalistas muchas veces y ésta me viene especialmente mal por varias razones.

En primer lugar, creo que peor de lo que estamos es muy difícil estar, me temo que esta crisis y el comportamiento a la hora de afrontarla de políticos de ambos signos nos ha enseñado bastante y auguro cambios en el horizonte, no les quepa duda. Ey, igual resulta que sí va a ser el fin del mundo para ciertos individuos especialistas en vivir del pueblo, en lugar de para el pueblo. De momento Papagayo no va a tener hamacas.

Pero además del pavor que los que mandan deben tener a este 2013, hay muchos motivos por los que no me molaría nada poner fin ahora a esta aventura. Puede que no tengamos coches voladores ni estaciones espaciales donde suene el Danubio Azul, vale que lo más parecido a la teletransportación que hemos inventado siguen siendo esos viajes de avioneta temeraria que Don Binter nos factura a euro por minuto, que ni un taxi, oiga, y puede que mi sueño de cortar jamón con un sable láser deba ser aplazado por ahora, pero algunas otras cosas me siguen llenando de esperanza.

Insisto, que no estamos tan mal. Vale que si pensábamos avanzar en la cura de ciertas enfermedades no será en España, donde investigar está mal visto, y puede que las próximas generaciones acaben rezando antes de clase y maldiciendo el catalán, de momento la universidad la verán sólo hijos de banqueros y algún otro ahorrador de dinero escondido en el colchón, pero qué me dicen de Sálvame, quién necesita más universidad que ésa, y ésa la vemos todos. Lo comido por lo servido.

Vale, sí, las cosas están regular. Si te pueden birlar una paga entera de un soplido, si solicitar ayuda a un juez se convierte en artículo de lujo o si se cierran plantas de hospitales como quien se deshace de ropa que ya no usa, pero a la vez tenemos más políticos y senadores que Alemania, Francia o Inglaterra, igual las prioridades no están claras por ahí arriba.

Sin embargo no se engañen, todo esto no es más que por nuestro bien. Los que gestionan esta crisis piensan en nosotros y quieren enseñarnos a cultivar lechugas en las terrazas, el bello arte de plantar papas en las macetas y los beneficios de automedicarnos con eucalipto y manzanilla, que no está el horno para comprar medicinas. Quieren que aprendamos a gestionarnos mejor y, oigan, que a mi me parece la mar de tierno que las familias vuelvan a unirse, ya que ningún joven en paro podrá pagarse un alquiler, todos de vuelta a casa que es muy bonito y entrañable.

Por todo esto y mucho más creo que el 2013 va a ser un gran año. Además, sin Mundial ni Eurocopa anestesiante igual nos da por armarla y dar la vuelta a la tortilla, acabar de verdad con este mundo viciado y comenzar uno nuevo y, por favor, distinto.

Así que desde este barril les digo feliz año del cambio, feliz primer año de un mundo mejor.