Existe la convicción ciega entre los escritores
de ficción
que por más
que nos guste terminar una novela, ponerle la palabra FIN y compartir con el
mundo un buen tocho de varios cientos de páginas, lo que afina la cuerda, lo que lubrica los
engranajes y lo que mantiene el motor en marcha es el relato corto, el cuento.
Cabe distinguir entre relato
corto o cuento, se puede hablar de extensión, de temática, de estructura, pero habitualmente son dos formas de
nombrar al mismo milagro: el de ser capaz de contar una historia completa,
interesante y comprensible, en sólo unas pocas páginas. Si hablamos de microcuentos de 200 a 500 palabras,
de relato como tal a partir de seis mil, de novela corta rozando las cincuenta
mil y de novela en toda regla a partir de ochenta mil, el relato corto o cuento
breve es ese espacio que queda entre las mil y cinco mil, más o menos, entre dos y seis páginas de nuestro editor de
texto, como mucho. Ese es el marco de que disponemos para contar un inicio, desarrollar
un nudo y darle un desenlace.
Y es una
mágia extraña, desde luego. Hay autores que son expertos en sintetizar, en
planificar y ordenar la narración y los hechos en ese espacio de manera que no
le sobre nada, qué envidia les tengo. Yo soy incapaz de hacerlo de forma
natural, siempre tiendo a pasarme y verme obligado a recortar, caray, disfruto
más dando rienda suelta a los personajes y la situación sin tener que contar
las palabras tras cada párrafo.
Sin
embargo reconozco la liberación que supone contar una buena historia en pocas
páginas. Me ha pasado pocas veces, lo reconozco, no me considero buen
relatista, pero sí que aprecio el valor del relato como ejercicio, como acercamiento
o como medio de exploración dentro de lo que conocemos como el oficio de ser
escritor.
Porque
ser escritor es un oficio, no cabe duda, uno que requiere unas condiciones
especiales de trabajo, de inspiración, de herramientas, de tiempo y, a ser
posible, de talento. De todos estos sólo los tres primeros podemos entrenarlos
y el relato es, nadie lo negará, la mejor manera de hacerlo.
Ahora
que tenemos en marcha el I Concurso de Relatos de Playa Blanca, me parece el
mejor momento para animarles a todos a escribir un buen cuento que llame la
atención del jurado. Como decía Stephen King, la mejor manera de convertirse en
escritor es escribir, y éste sí que sabe lo suyo acerca del relato corto, largo
y de todo tipo. También es un firme defensor de la lectura como autopista hacia
la escritura, así que yo también se lo recomiendo: lean a Poe, a Cortázar, lean
a Rodari, a Bécquer, conozcan las obras de los maestros del cuento breve y den
rienda suelta a su imaginación. No saldrá, si no se intenta.
Yo les
dejo, tengo que terminar un nuevo cuento de suspense que me tiene algo
atascado. ¡Espero sus relatos para el concurso!
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