domingo, 5 de mayo de 2013

Las letras al sol no se derriten.

Apenas hace unas horas que hemos echado el cierre, ya casi sin voz, a una jornada intensa de Feria del Libro en Playa Blanca. El calor no se alió esta vez con Don Quijote, Sherlock Holmes, ni mucho menos con Edward y Bella ni con Christian Grey, que de por sí son criaturas nocturnas, y nos regaló un arco esplendoroso de entre 32 y 38 grados que convirtió a los pocos resquicios de sombra y al agua tibia en protagonistas.
Aún así, siempre, las letras se abren camino y no creo que ni los amigos libreros de Arrecife que tuvieron a bien acercarse, ni las autoridades que nos halagaron con su participación, ni los brillantes poetas isleños que participaron en el recital, ni los cuentacuentos, ni los músicos, ni mucho menos los asistentes, se arrepientan de haber pasado esta jornada del libro tostándose con nosotros.
Para mí, lo más bonito fue compartir por segundo año consecutivo el atril con este elenco de poetas a los que admiro y que no dejan de sorprenderme, y asistir a la resurrección, al menos por un día, de nuestra añorada librería Barco de Papel, de cuyo stand casi desaparecieron mis novelas en un abrir y cerrar de ojos. ¡Lo divertido que fue volver a firmar libros junto a Javier!
Pero lo más especial fue el concurso de relatos. Mis compañeros en la asociación Castillo del Águila y yo mismo teníamos gran ilusión por organizarlo, era una idea que nos rondaba hace tiempo, pero no podíamos prever la respuesta que un certamen de cuentos cortos podría cosechar entre nuestros amigos, vecinos, estudiantes y aficionados a la literatura en general.
Pues menuda sorpresa. Tardó en arrancar, es cierto, pero a medida que se acercaba la fecha límite la catarata de relatos enviados a concurso resultó espectacular. Poco puedo decir que no sea bueno de todo lo que hemos leído. Aventuras piratas en Rubicón, apariciones fantasmales en Faro Pechiguera, visitas aciagas a medianoche, batallas espaciales, hechizos de magia para el corazón... La cantidad, calidad y variedad de los relatos recibidos nos ha sorprendido tan gratamente que ha hecho nacer la ilusión de repetir cuanto antes. ¿Se animarían a intentarlo de nuevo?
No puedo más que agradecer la colaboración de nuestros hoteles, restaurantes y empresas amigas que han enriquecido este certamen con sus premios, y por encima de todo la participación de niños y niñas, de escritores y escritoras en ciernes por hacernos disfrutar con su esfuerzo. Gracias a todos y enhorabuena.
Solamente nos queda una duda, una mancha en esta fiesta del cuento. Tener que dejar una categoría desierta por incomparecencia de los participantes es triste, feo y desagradable. Que no se presentara ni un solo relato válido -llegaron tres, pero ninguno cumplía las bases- de la categoría juvenil es una sorpresa que me ha dejado frío. No sé si llorar por la falta de apoyo e interés de nuestro instituto o si deprimirme directamente porque en un pueblo joven, dinámico y lleno de chicos y chicas capaces, a ninguno de ellos le llame, aunque sea un poquillo, la escritura.
Se dice que ellos son el futuro. Supongo que cuando ocupen cargos de responsabilidad, cuando les llegue la hora de ganarse la vida, llamarán a sus hermanos pequeños para que les escriban los textos.
En todo caso quiero despedirme con un guiño feliz a los que sí participaron, a los que con sus historias hicieron crecer esta magnífica Feria del Libro de Playa Blanca. El año que viene más, y en la playa, por favor.