Apenas
hace unas horas que hemos echado el cierre, ya casi sin voz, a una
jornada intensa de Feria del Libro en Playa Blanca. El calor no se
alió esta vez con Don Quijote, Sherlock Holmes, ni mucho menos con
Edward y Bella ni con Christian Grey, que de por sí son criaturas
nocturnas, y nos regaló un arco esplendoroso de entre 32 y 38 grados
que convirtió a los pocos resquicios de sombra y al agua tibia en
protagonistas.
Aún
así, siempre, las letras se abren camino y no creo que ni los amigos
libreros de Arrecife que tuvieron a bien acercarse, ni las
autoridades que nos halagaron con su participación, ni los
brillantes poetas isleños que participaron en el recital, ni los
cuentacuentos, ni los músicos, ni mucho menos los asistentes, se
arrepientan de haber pasado esta jornada del libro tostándose con
nosotros.
Para
mí, lo más bonito fue compartir por segundo año consecutivo el
atril con este elenco de poetas a los que admiro y que no dejan de
sorprenderme, y asistir a la resurrección, al menos por un día, de
nuestra añorada librería Barco de Papel, de cuyo stand casi
desaparecieron mis novelas en un abrir y cerrar de ojos. ¡Lo
divertido que fue volver a firmar libros junto a Javier!
Pero
lo más especial fue el concurso de relatos. Mis compañeros en la
asociación Castillo del Águila y yo mismo teníamos gran ilusión
por organizarlo, era una idea que nos rondaba hace tiempo, pero no
podíamos prever la respuesta que un certamen de cuentos cortos
podría cosechar entre nuestros amigos, vecinos, estudiantes y
aficionados a la literatura en general.
Pues
menuda sorpresa. Tardó en arrancar, es cierto, pero a medida que se
acercaba la fecha límite la catarata de relatos enviados a concurso
resultó espectacular. Poco puedo decir que no sea bueno de todo lo
que hemos leído. Aventuras piratas en Rubicón, apariciones
fantasmales en Faro Pechiguera, visitas aciagas a medianoche,
batallas espaciales, hechizos de magia para el corazón... La
cantidad, calidad y variedad de los relatos recibidos nos ha
sorprendido tan gratamente que ha hecho nacer la ilusión de repetir
cuanto antes. ¿Se animarían a intentarlo de nuevo?
No
puedo más que agradecer la colaboración de nuestros hoteles,
restaurantes y empresas amigas que han enriquecido este certamen con
sus premios, y por encima de todo la participación de niños y
niñas, de escritores y escritoras en ciernes por hacernos disfrutar
con su esfuerzo. Gracias a todos y enhorabuena.
Solamente
nos queda una duda, una mancha en esta fiesta del cuento. Tener que
dejar una categoría desierta por incomparecencia de los
participantes es triste, feo y desagradable. Que no se presentara ni
un solo relato válido -llegaron tres, pero ninguno cumplía las
bases- de la categoría juvenil es una sorpresa que me ha dejado
frío. No sé si llorar por la falta de apoyo e interés de nuestro
instituto o si deprimirme directamente porque en un pueblo joven,
dinámico y lleno de chicos y chicas capaces, a ninguno de ellos le
llame, aunque sea un poquillo, la escritura.
Se
dice que ellos son el futuro. Supongo que cuando ocupen cargos de
responsabilidad, cuando les llegue la hora de ganarse la vida,
llamarán a sus hermanos pequeños para que les escriban los textos.
En
todo caso quiero despedirme con un guiño feliz a los que sí
participaron, a los que con sus historias hicieron crecer esta
magnífica Feria del Libro de Playa Blanca. El año que viene más, y
en la playa, por favor.
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