sábado, 5 de mayo de 2012

Vendo letras.



Los escritores nos reunimos de vez en cuando, debatimos. Autores y lectores nos vemos a menudo -ferias, festivales-, charlamos. Con las editoriales discutimos casi a diario. Pues charla tras charla, feria tras feria, una discusión tras otra, caemos en la misma pregunta: ¿cómo diantre vendemos literatura?

Viene al pelo este artículo por la reunión de escritores de terror y fantástico celebrada el mes pasado en Madrid, más aún una vez valorada la reciente Feria del Libro de Playa Blanca, cuando unos y otros nos lamentamos de la falta de apoyo, por decirlo de algún modo, del gran público hacia la literatura. ¿Por qué no se venden libros?

La cuestión es que este descenso apuntábamos en Madrid- no se ceba con la literatura en general. No se equivoquen, el consumo de libros ha bajado de un modo muy acorde a la caída en las ventas de cualquier otro artículo de ocio, pero mientras el famoseo y el nombre atraen -eso está claro, al televisivo y los de siempre las ventas les bajan lo justo, ya escriban maravillas o bodrios de precio proporcional a su peso-, el socabón, que no bache, afecta de manera mortal a la literatura menor, a los géneros menos populares, a los autores emergentes.

Llama la atención que este descenso en el interés del gran público se produzca en la época en la que más promoción, difusión y respaldo tienen las novelas, en la era de los blogs y las webs de reseñas, del booktrailer, del boca a oreja masivo a través de las teclas. Cuando cada novela que sale recibe más atención que nunca, el público, sin embargo, permanece alejado de las librerías. ¿Por qué?

¿Sirve para algo que tu novela acumule buenas reseñas, que aparezca en tal o cual web de prestigio? Veamos. Una reseña en un blog literario de los más populares recibe al cabo del día cientos de visitas, miles al terminar el mes. Una revista especializada cotiza sus críticas a precio de oro y qué decir de los portales de venta de libros online, donde a cada título visualizado acompaña un séquito de recomendaciones con su sinópsis y opinión de los lectores.

Entonces, si hoy conocemos más novelas, si sabemos más de ellas, si el número de títulos crece y su precio ya sea en un formato u otro- decrece, ¿qué necesitas, lector, para comprarlas?
Porque, ¿cuántos de los que leéis nuestras reseñas corréis a las librerías a buscarnos? ¿Cuántos nos encontráis? ¿Cuántos os animáis a hacer el oportuno pedido al librero? ¿Cuántos os atrevéis a buscarnos en la red?

Al final la sensación es que sólo vende quien más recursos tiene. Quien mejor puede posicionar sus novelas, quien más cerca tiene a los grandes medios, radio, televisión, prensa. A ése –habitualmente consagrado- le encontramos fácil y le compramos por inercia. Así, una de las mejores generaciones de escritores en español verá su futuro estrecharse como boquilla de embudo. Diremos, después, que la literatura española no encuentra recambios a sus referentes. Pero, ¡acaso los buscamos!