domingo, 5 de enero de 2014

El despertar de una novela zombi.

Partamos de que ninguna novela nace de la noche a la mañana, es obvio. Pero en el caso de Caminarán sobre la tierra debo reconocer que su proceso de crecimiento y maduración ha resultado especialmente intenso, edificante y curioso.

Más que una novela de terror zombi dentro de los cánones habituales, Caminarán sobre la tierra encaja casi mejor dentro del género de aventuras. Se trata una trama de investigación histórica y especialmente documentada que deriva en un cuento de terror con muertos vivientes. Y es que ciertamente, así es como fue concebida.

La idea nació hace casi una década, cuando en un artículo de El País Semanal el escritor e investigador Juan Eslava Galán me descubrió la cara más oscura del Almirante Cristóbal Colón. Aquel artículo hablaba de las muchas sombras que envolvían su figura y de cómo, incluso después de su muerte, el afamado navegante mantenía alimentado el misterio. Pues resulta que pasados cinco siglos todavía no sabemos a ciencia cierta dónde están custodiadas sus verdaderas reliquias, probablemente entremezcladas con las de sus hijos y sobrinos. Se pelean por ellas Sevilla, La Habana y Santo Domingo, pero ninguna se decide de hecho a efectuar la prueba del ADN por miedo, quizá, a perder en la apuesta.

Aquel sencillo artículo me picó la curiosidad de alguna manera, así que lo archivé. Sin embargo, viviendo en Canarias, lugar visitado por Colón y en el que residió durante un tiempo, y además recodo obligado en el comercio con el Nuevo Mundo, las posibilidades eran muchas y la curiosidad demasiado grande. De modo que comencé una novela titulada “Tras las huellas del Almirante”, en la que un antiheroico profesor de Historia de Las Palmas seguía el rastro de las reliquias al hilo del descubrimiento de un pecio del XVII hundido ante las costas de Gran Canaria. Estudié para ello la biografía de Cristóbal Colón, analicé sus últimos años y los diferentes caminos que habían seguido sus restos y los de sus familiares directos. Investigué la geografía e historia de la República Dominicana, el comercio y los peligros del Atlántico y del Caribe en los siglos de la piratería, y visité archivos, templos y basílicas jesuitas por toda Gran Canaria. Fue el trabajo de investigación más efusivo y enriquecedor que nunca hubiera llevado acabo hasta entonces para documentar una novela, y sin embargo no me llevó a ningún sitio. Pensé que mi novela de aventuras arqueológicas tras la pista de Colón carecía de interés. Mi profesor terminaría encontrando de algún modo las reliquias y el lector se preguntaría si para semejante camino hacían falta esas alforjas.

La aparqué, y mucho después, casi diez años, la posibilidad de entregar a Dolmen una novela zombífica me llevó de vuelta a aquel olvidado manuscrito. El Caribe en los siglos XVI y XVII, la piratería, el vudú haitiano, las herméticas actividades de la Orden Jesuita en Canarias poco antes de ser expulsados de España y, por encima de todo, la más que sombría figura de Colón, se unieron de pronto en un papel emborronado con mil anotaciones.

Repetí y amplié durante meses los pasos de mi investigación previa, recuperando datos biográficos del Almirante y, para mi sorpresa, descubriendo muchos otros todavía más ocultos y casi inverosímiles, de la mano de autores como Javier Sierra o Juan Eslava, que quedan reflejados y mencionados en la novela. ¿Colón templario? ¿Colón ocultista? ¿El Almirante relacionado con los Iluminati? ¿Hubo un protodescubridor? Mi pantalla y mi bloc de notas ardían, no podía creer todo lo que había detrás de una primera capa de secretos más o menos conocidos. Nuevas preguntas aparecían tras cada respuesta mientras ahondaba en un misterio casi inagotable. Conspiraciones masónicas, tesoros del Temple, papas y reyes implicados, todo alrededor de una figura tan enigmática como desconocida.

Así, con toda esta información, mi novela zombi tomaba forma. La búsqueda de las reliquias del Almirante adquiría de pronto un interés inusitado y ya podía plantearme una trama que picara la curiosidad del lector: le contaría con encanto todo lo que había descubierto y le haría querer saber más sobre ellas. Todo está ahí para quien lo quiera buscar.

En cuanto a los muertos vivientes, mi intención no era escribir sobre virus zombificantes como es lo habitual, y de repente el ritual vudú que necesitaba para abrir las tumbas, al más puro estilo de George A Romero, se hacía lógico y creíble. En la propia figura de Colón tenía razones de sobra para que alguien quisiera buscarlo, para que luchara por sus restos, escapara con ellos sobreviviendo a un abordaje pirata y recalara en la segura isla grancanaria. Tenía, además, el motivo por el que, ya hoy en día, arqueólogos, coleccionistas e historiadores de dos continentes removerían cielo y tierra para encontrarlo.

Tuve que multiplicar por dos mi investigación inicial, sí, pero nunca he aprendido tanto, nunca he descubierto tanto, y puedo decir que sólo por descubrir esa cara tenebrosa y oculta de algunos de los personajes más relevantes del Medievo ha merecido la pena poner los cementerios de Gran Canaria patas arriba. Me dicen que esa primera parte de investigación histórica es lo mejor de la novela. Yo afirmaría, sin duda, que es lo mejor y lo más satisfactorio que haya escrito nunca.


Si te gusta la historia medieval, si te apasionan sus misterios, si adoras la novela de aventuras, quizá Caminarán sobre la tierra tenga algo que decirte. 

jueves, 5 de diciembre de 2013

Contar una historia, vivir una historia.

Supongo que la palabra mágica para cualquier escritor es, y debe ser, IMAGINACIÓN. Fíjate sólo cómo suena, qué te evoca cuando la lees o cuando la oyes. Imaginar significa para el contador de historias lo mismo que AGUA para el nadador o AIRE para un atleta. Es la pintura del artista, la música del bailarín o las cuerdas del guitarrista. No podemos escribir sin imaginación, no podemos soñar sin el aliento que anima los sueños.

La imaginación, además, puede y debe entrenarse. La entrenamos leyendo, la entrenamos viendo y escuchando, la ejercitamos jugando cada día. Y si acertamos con la práctica correcta no dejará de crecer, de expandirse y de multiplicarse. Caray, ¡la imaginación de un escritor puede resultar incontrolable!

La imaginación nos supera a menudo, es cierto, y ese es el momento en el que debemos pensar en sentarnos en un escritorio a prestarle atención. Quizá, si no lo dejamos escapar, ese momento cambie nuestra vida y nos lleve del rincón del lector al rincón del escritor, como esa Alicia pasando al otro lado del espejo, como ese actor que decide dejar de actuar y atreverse a dirigir su propia obra.


Y escribir, dejar tus dedos volar empujados por la imaginación, es insuflar vida a sueños y a voces, a caras y a nombres, a acciones y reacciones que bullen en nuestro pecho. Escribir es soñar despierto, es aunar todo lo que has leído, todo lo que has aprendido y crear un monstruo de Frankenstein con pedazos de recuerdos y de experiencias, con emociones y aventuras vividas o que hubieras deseado vivir.

Hay pocas cosas más grandes que pintar tus propios cuadros, que componer tu propia melodía o que escribir tus propios cuentos. Crear, entregar un pedazo de ti al mundo, es el soplo que hace latir el corazón del artista. No hay palabra mágica ni truco de prestidigitador que te haga escribir mejor o más rápido, no hay receta que convierta tu guiso de letras en igual de sabroso para todos y cada uno de tus lectores. Pero no debe haber, tampoco, miedo a equivocarse.

Porque escribir no es recibir el calor del público, claro que no. Escribir es poner en papel, o en tinta electrónica, esos sueños y aventuras que no quieres que se te olviden. Darles forma, darles calor, cocinarlas a tu gusto y, si quieres, compartirlos con quien pueda aceptar leerlas.

Escribir es soñar despierto. Si ya has hecho eso, ya eres escritor.


martes, 5 de noviembre de 2013

¡Menudos periodistas!

He de confesarles, como escritor y como docente, que pocas cosas hay más satisfactorias que encontrar a un niño o una niña escribiendo. Escribiendo por placer, relatando sin el yugo de unos deberes escolares. Decía un clásico que la escritura es alimento para el alma, ya que poner sobre papel pensamientos, ideas o dudas íntimas ayuda a calmar los miedos y reconforta el espíritu.
Yo lo siento así, qué les voy a decir si vivo para contar cuentos, y por eso cada vez que atisbo que algún amigo, compañero o vecino está dedicando tiempo a pulsar teclas por diversión o realización personal me siento dichoso. Mucho más, imaginen, cuando se trata de un niño.
Y yo sé de buena tinta que a los niños les encanta inventar historias y aventuras, y que además aprender a escribir les supone un subidón que los adultos debemos ayudarles a explotar. No podemos permitir que la pereza, la timidez o la vergüenza —las tres zetas más horrendas— quizá corten de raíz la ilusión narradora de nuestros pequeños.
Con esta ilusión nace el periódico escolar de nuestro colegio, el ya famoso Playa Blanca News. Poco más que un blog sencillo en el que los alumnos de sexto nos van a contar todo aquello que suceda en nuestro pueblo y en nuestros alrededores. Noticias locales, culturales, deportivas, entrevistas y reportajes, entre otras muchas cosas, tienen cabida en esta publicación online que ya espera sus visitas.

Nuestra dirección es playablancanews.blogspot.com.

Mi papel en esta nueva aventura con la que pretendo hacer saltar en nuestros jóvenes la chispa de la curiosidad y la investigación será sólo el de gestor y organizador de contenidos pero quiero dejar claro que todos y cada uno de los artículos van a ser elaborados, con mayor o menor acierto, exclusivamente por nuestros alumnos. Playa Blanca News es SU periódico.
Yo les invito a entrar ya en él y descubrir el talento de estos jóvenes reporteros. Encontrarán una interesante colección de recomendaciones de cine, música o videojuegos que ya quisieran muchos críticos de postín. Junto a ellas reportajes, con la mejor y más elaborada información. También encontrarán humor, además de eventos culturales y artículos de opinión. Créanme, entre nuestros chicos y chicas hay madera de periodistas.

Pero también les debo confesar un miedo: que la ilusión inicial por formar parte de un proyecto tan bonito y compartido con toda la blogosfera se diluya lentamente si las aportaciones de los chavales dejan de fluir y se convierten en esporádicas. Me daría mucha pena tener que poner fin a nuestro diario por falta de artículos, de modo que apoyen a nuestros reporteros, denles ideas, motívenlos y anímenles a redactar en pocas líneas todo lo que les llame la atención. Pongan a su alcance periódicos y revistas, telediarios, llévenlos a eventos que luego puedan convertir en crónica. Seguro que no serán visitas en balde. Avisen a sus familiares que tienen en casa un periodista, visiten juntos la web y, por encima de todo, disfruten de lo que nuestros críos son capaces de hacer si les damos la oportunidad y la confianza.

sábado, 5 de octubre de 2013

Leer más para leer mejor.

Con la llegada de cada nuevo curso siempre me gusta tantear los gustos lectores de los niños y niñas con los que voy a trabajar y, si se dejan, picarles un poco la curiosidad con novelas que a pesar de ser conocidas y capitales probablemente no han descubierto todavía.
A menudo me encuentro sorpresas agradables, chavales que leen libros de categoría desde bien pequeñitos, pero lo normal es que a estas alturas aún les sigamos comprando novelillas infantiles plagadas de dibujitos y cuyas historias y tramas no tienen ningún aliciente real para los jóvenes lectores. Vamos, que no les enseñan nada.
Yo he tomado por costumbre recomendar cada septiembre los siguientes cuatro libros y, el que quiera, que tome nota y los busque.
El primero siempre es “El Hobbit”, de J. R. R. Tolkien, la novela de aventuras por antonomasia. A partir de ahí se puede leer el resto. Le sigue “Las Brujas”, de Roald Dahl, que combina la inocencia infantil con el suspense y el humor. Después recomiendo “Cuentos por teléfono”, de Gianni Rodari, una sucesión de relatos breves que despertará su imaginación y les hará soñar. Y por último, no puede faltar, “Las Aventuras de Sherlock Holmes”, de Arthur Conan Doyle, por motivos que no hace falta ni que explique.
Sin embargo, en esta ocasión me he propuesto recomendar un puñado de novelas también para el público adulto, y siendo éste el mes del terror, he pedido ayuda a cinco de los mejores escritores actuales para que me ayuden. Aquí van sus recomendaciones.
Darío Vilas (“El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas”, Tyrannosaurus Books) recomienda leer a Richard Matheson, lo cual es una excelente idea. Apuesta por “Soy Leyenda” y “El último escalón”.
Juan de Dios Garduño (“El Arte Sombrío”, Dolmen) propone sin dudarlo “Fantasmas”, de Dean Koontz, y de verdad es una novela impresionante.
Javier Pellicer (“Legados”, Holocubierta) recuerda “Drácula”, de Bram Stoker, como el primer libro que le enganchó al terror fantástico. Qué voy a decir yo...
Víctor Blázquez (“El Cuarto Jinete: Armaggedon”, Dolmen) reivindica su pasión por Stephen King y por la novela que compartimos como uno de los pilares del género: “El Misterio de Salem’s Lot”.
Y Daniel Pérez Espinosa (“Nekromanteia”, Dolmen) recomienda con fervor los relatos de Lovecraft recopilados en diferentes tomos, por poner dos ejemplos: “Los mitos de Cthulhu” o “El Horror de Dunwich”. Son lecturas obligadas, sin duda.
Y bueno, por mi parte, sin dejar de recomendar las novelas de mis cinco colaboradores especiales, a los que estoy más que agradecido, apostaré tres cuartas partes a los relatos de Edgar Allan Poe y el resto lo dividiré entre “Los Ojos del Dragón”, de Stephen King, para lectores más jóvenes, y entre la ciencia ficción de Carlos Sisí y su “Panteón”, reciente premio Minotauro.


 Lecturas buenas y bonitas, sin duda, fáciles de encontrar, que nos ayudarán a leer mejor. Espero sus opiniones.

jueves, 5 de septiembre de 2013

Nuevo curso, nueva ilusión.

Termina otro agosto de calor y de cuenta atrás pero nace un septiembre prometedor que, como cada año, sirve de pistoletazo de salida a un montón de proyectos y a un otoño ilusionante. Septiembre es el mes de renovar el vestuario, de tomar decisiones, de cambiar los hábitos perezosos del verano y de ponerse las pilas. Es el mes en el que cambia la parrilla televisiva, en el que los ministros saltan de una cartera a otra -o a ninguna, menos mal- y el de engancharse a una nueva liga, con la misma seguridad de que este año sí.
Y también empieza un nuevo curso escolar en Playa Blanca. Uno en el que nuestros estudiantes de secundaria seguirán levantándose casi de noche para llegar a su instituto a tiempo y en el que nuestros niños y niñas de primaria seguirán hacinados en un cole que se quedó chico hace tiempo.
Es curioso lo que sucede en el CEIP Playa Blanca, un colegio en el que de un curso para otro cambian más los profesores que los niños. Uno de los centros más deficitarios y al mismo tiempo de los de alumnado más numeroso. Pero a la vez, sin duda, el mejor en el que haya trabajado, en el que más ganas le echamos entre todos para salir adelante.
Y este curso promete. Prometemos, cuando menos, trabajo. Una directiva completamente renovada respecto a los últimos años y una plantilla de profesores que mezcla experiencia con la ilusión del recién llegado, prometemos sacar lo mejor del que sin duda es el alumnado más afortunado de la isla. Porque nuestros chicos y chicas son más que en ningún otro sitio, conviven en plena integración con infinidad de nacionalidades distintas y con la riqueza que otorga la variedad de procedencias, de costumbres y de peculiaridades.
Son chavales que se saben desenvolver en un centro de tres décadas adaptándose a barracones de plástico, a patios despellejados por el calor, a verjas caídas y a la falta de espacios y de profesorado, especialmente de apoyo. Alumnos acostumbrados a trabajar a diario en un cole masificado y sobreexplotado, muy lejos de los más modernos y privilegiados de la isla.
Un centro donde los recortes y la falta de atención de las administraciones resultan crueles obstáculos que tendremos, otro año más, que superar, pero que no nos frenarán. Un centro que cuenta ya con comedor, con transporte y, por fin, con un AMPA con intención de comenzar proyectos.
Pero la normativa es a menudo férrea y las posibilidades de un cole de nuestras características, escasas. Antes de poner el punto final les pido comprensión, padres y madres de Infantil, porque la etapa de 3 a 5 años no es obligatoria y por lo tanto no está en nuestra mano garantizar a los peques los servicios que la Consejería sí da a los mayores. Qué más quisiéramos, estamos en ello.
Y sin más, un ruego y un empujoncito. El ruego es que consigan que nuestros niños y niñas hagan los deberes, trabajen y sigan leyendo en casa. El empujón es para que den, junto a nosotros, un golpe en la mesa y consigamos que se termine y abra la guardería municipal atascada en la cancha trasera y que nos caiga del cielo un centro nuevo que integre infantil, primaria y secundaria cerquita del pueblo, no en Mácher. ¿Imposibles? No, solamente improbables.
Feliz curso 2013/14 a todos.





lunes, 5 de agosto de 2013

Nostalgia irreverente.

Desconozco si otras generaciones anteriores a la mía han vivido este fenómeno tan curioso que nos asalta en los últimos años a los nacidos en los setenta y en los ochenta, y que consiste en disfrutar como enanos de la nostalgia. Me refiero al placer de recordar objetos, programas, músicas y hasta películas de nuestra infancia con una sonrisa boba en la cara y convencidos de que como aquella época no volverá a haber ninguna otra. Habrás visto ejemplos a montones.
Internet es un caldo de cultivo para todo tipo de plataformas y algunas de las que más éxito tienen son las que tratan este revival ochentero con cariño y grandes dosis de buen humor. Grupos como ‘Yo nací en los ochenta’ o ‘Yo también fui a EGB’ acumulan seguidores.
Hay incluso directores de cine y televisión concienciados en recuperar aquel espíritu lúdico y naif del entretenimiento ochentero —¿también has pensado en Los Goonies?—, por no hablar de la cantidad de remakes de películas y series de esos años que se están produciendo.
Los ochenta se han puesto de moda, quién lo iba a decir, pero ¿qué echamos de menos de esa época? Quizá que al ser más pequeños veíamos las cosas de una manera distinta. Quizá que con dos únicos canales de televisión conocíamos menos de las atrocidades que suceden en el mundo. O quizá que nuestro país despertaba de un letargo demasiado prolongado y todo nos parecía ilusionante.
Nos invade la nostalgia y lo divertido es formar parte de ella, hacer un viaje al pasado para reírse de uno mismo. Así nace Peta Z: no mezclar con refresco de cola. Resulta que hace un año, durante la primera edición del festival literario Celsius 232 de Avilés que rinde homenaje a lo mejor del terror y la ciencia ficción, algunos de los buenísimos y jóvenes autores de los que os hablaba el mes pasado y un servidor nos propusimos dedicar un guiño cariñoso pero un poco puñetero a esa infancia que tanto añoramos. La propuesta fue crear de la nada una antología de relatos cortos descerebrada y descacharrante.
¿Te gustaban Heidi, Marco, Los Osos Amorosos, Ulises 31, Epi y Blas, Mazinger Z, Los Caballeros del Zodiaco o Campeones? Espero que sí, porque en Peta Z ahora los vas a encontrar convertidos en zombis.
El proyecto nació con vocación de entretener y divertir y desde el primer momento quisimos que fuera gratuito. Así que ya puedes encontrarlo en la Internet, ya sea en las redes, en Amazon o en la web de su editorial, http://www.sportularium.com, y descargártela sin cargo alguno. De lo que se trata de echarse unas risas con estos calores.

Por cierto, mi relato es sobre Dragones y Mazmorras, mi serie favorita. Espero que a todos, de cualquier edad, os guste.

viernes, 5 de julio de 2013

Lecturas de verano. Nacional y bueno.

Me gusta, como cada año, plantearme la llegada de julio como una oportunidad de adelantar lecturas que llevo atrasadas, de desconectar de los programas de televisión habituales y sumergirme en ficciones mucho mejor pensadas y elaboradas con más cariño: las de las buenas novelas. Y al igual que el año pasado me gustaría compartir con todos lecturas que no pienso perderme. Esta vez, además, con el placer añadido de hablar de novelas de chicos y chicas jóvenes, españoles, y buenos amigos, gente a la que merece la pena conocer y apoyar. Leedlos.
Se dice que vivimos en un mundo global pero eso debe ser del estrecho para arriba. Aquí, nuestro sistema de aranceles y las estupendas condiciones para el comercio nacional hace que pequeñas editoriales de mucho empuje pero recursos limitados ni siquiera se planteen enviar libros a Canarias. Esto supone que autores jóvenes que están triunfando en nuestro país a niveles impensables hace unos años sean completos desconocidos en nuestras islas. Pero bueno, yo os los presento y con suerte alguno de vosotros se animará a pedírselo a los libreros o a comprarlo por Internet.
Uno de estos autores es Juan de Dios Garduño, multipremiado y conocidísimo chaval de Córdoba que encabeza una estupenda generación de novelistas españoles. Autor de Y pese a todo (Dolmen) con la que se dio a conocer y que pronto se convertirá en película, este año ha triunfado con el estremecedor drama El Camino de Baldosas Amarillas (Tyrannosaurus Books) y acaba de publicar El Arte Sombrío (Dolmen) donde explora los recovecos del psicokiller en un pueblo americano de película.
Darío Vilas es uno de mis escritores de cabecera, un narrador con un estilo muy particular que desde Vigo estrena El hombre que nunca sacrificaba a las gallinas viejas (Tyrannosaurus Books), en un ejercicio arrebatador del conocido como realismo sucio. Imperdible.
La editorial Dolmen es conocida en toda España como potenciadora del género zombi, aunque aquí es muy difícil de encontrar por los motivos que os dije arriba. Pero si te gusta el mundo Z no puedes perderte a Víctor Blázquez y su El Cuarto Jinete, del que acaba de estrenar segunda parte, ni a Daniel Pérez Espinosa que en estos días publica Nekromanteia, ni a Alfonso Zamora Llorente y De Madrid al Zielo ni mucho menos a la canaria Macu Marrero con Red Zone, uno de los exitazos de la temporada.
Si lo tuyo es la novela histórica no te pierdas Legados, de Javier Pellicer, y si prefieres la fantasía épica a qué esperas para conocer al canario Rayco Cruz y su trilogía sobre el guerrero Pranthas.
A mí, que me pica el gusanillo de la ciencia ficción, me falta tiempo para devorar Panteón (Premio Minotauro 2013), del malagueño y ultrasimpático Carlos Sisí, autor de Los Caminantes o La Hora del Mar.
Antologías como Ácronos o Fantasmagoría, autores consagrados como Emilio Bueso, Javier Cosnava o el tinerfeño Víctor Conde y nuevos nombres como Virginia Pérez de la Puente, Concha Perea o Jesús Cañadas, Ignacio Cid, Ángel Sucasas, Javier Quevedo, y me dejo a muchos. Todos jóvenes y españoles, todos luchando por abrirse paso en las letras, todos buenísimos y contrastados, búscalos en la red y disfruta un verano de nuevas y excelentes lecturas.