
La Semana Negra de Gijón es un evento muy especial. Cómo si no iba a ser conocido en
el mundo entero, cómo podría, como se dice, haber situado a Gijón en el mapa internacional, cómo podría convertirse si no en el
centro de atención
cultural y de ocio en nuestro país durante diez días al año durante el último cuarto de siglo.
Porque ferias del libro hay
muchas. Lugares emblemáticos, plazas o parques que se llenen de casetas de librero
durante una semana, con suerte, o, si es en Canarias, un par de días, hay.
Festivales donde lo literario pasa casi desapercibido porque, sabiduría
popular, es más de lo mismo, sobran.
Sin embargo el autor de novela
negra, fantástica,
social, de cómic
o de terror mataría
por ver su nombre en el programa de la Semana Negra, ¿por qué? Durante 25 meses de julio
las mejores firmas de la literatura policiaca y muchas de las mejores de
cualquier género
han paseado por las calles de Gijón y dejado su sello en esas carpas, algo tendrá.
Y lo que tiene, además de un entorno inigualable,
la preciosa ciudad asturiana, es un cuidado por la literatura fuera de toda
duda, un desvelo que eleva de categoría cualquier obra presentada, porque un espacio en la SN no se
le regala a nadie. Tiene un público fiel, devoto, digan lo que digan politicastros
obtusos que no ven más allá de intereses ideológicos, que abarrota el recinto, día sí y día también, consiguiendo cifras de
ventas de libros que los mejores eventos literarios de este país ni sueñan. Porque no es cualquier
cosa, es la Semana Negra de Gijón.
Este pasado mes de julio tuve
la suerte de vivir mi segunda Semana Negra, de presentar allí Última parada: la casa de muñecas. El año pasado pude conocer a dos de
mis referentes, Ramsey Campbell y Dennis Lehane, entre otros. En esta ocación he charlado con Maruja
Torres, Santiago Gamboa o Juan Guinot, por sólo nombrar a unos pocos.
Lo primero que llama la atención al entrar en el recinto de
la SN es la majestuosa noria que corona las siluetas detectivescas que
identifican al evento. Porque parte del secreto -a voces- de este festival único es la comunión entre ocio y cultura, la
mezcla de casetas de libros con otras de perritos calientes o pulperías, las carpas literarias con
los coches de choque y el mercadillo. Los lectores vamos allí al olor de las novelas y
caemos en las atracciones y en los conciertos. Los fiesteros acuden buscando
feria y sidra y acaban enganchados a las charlas de estos grandes autores. Unos
y otros disfrutamos juntos. Y eso es fiesta, y eso también es literatura.
La Semana Negra cumple 25 de
lucha pero también
de alegría,
sobre todo de alegría. Y, desde luego, sigue.
http://www.semananegra.org/